lunes, 31 de agosto de 2015

Irracionalidad económica


 En 2016 el 1% de la población mundial podría quedarse con más de la mitad de la riqueza

Una investigación de la organización internacional Oxfam analiza los efectos de la desigualdad existente. El 80% de la población mundial se reparte el 5,5% de la riqueza, al tiempo que 80 multimillonarios poseen el equivalente a la mitad más pobre del planeta, es decir, 3.500 millones de personas. Ingentes sumas son invertidas en lobby que pueden frenar la lucha contra la desigualdad.
Según un informe de Oxfam, el próximo año la riqueza del 1% más rico de la población del planeta superará la del 99% restante a menos que se revierta la actual tendencia de desigualdad y concentración de riqueza.
La organización internacional, cuya directora ejecutiva, Winnie Byanyima, copresidió el foro de Davos que se realizó a fines de enero, advirtió que el aumento descontrolado de la desigualdad está lastrando la lucha contra la pobreza a nivel mundial. A día de hoy, una de cada nueve personas carece de alimentos suficientes para comer y más de mil millones de personas aún viven con menos de 1,25 dólares al día.
Para esta confederación de organización (son 17 en total) hay que tomar medidas urgentes que frenen el aumento de la desigualdad, empezando por poner fin a la evasión y elusión de impuestos por parte de grandes empresas e impulsar un acuerdo global contra el cambio climático.
El documento difundido por Oxfam tiene como título: “Riqueza: tenerlo todo y querer más”, y es una breve investigación que muestra cómo la riqueza acumulada por el 1% más rico de la población se ha incrementado, pasando de un 44% en 2009 a un 48% en 2014. A este ritmo, para el año 2016 habrá alcanzado el 50%. En 2014, los selectos miembros de esta élite del 1% mundial tenían de media una riqueza de 2,7  millones de dólares por adulto.
El dato que también preocupa es el relativo al 52% restante de la riqueza mundial, pues de ésta la mayor parte (el 46%) queda en manos del 20% más rico de la población. Eso significa que el 80% restante de la población del planeta (más de 5.600 millones de personas) comparte tan sólo el 5,5% de la riqueza mundial. En promedio eso implica unos 3,851 dólares de media por adulto, lo que equivale a 1/700 parte de la riqueza media del 1% más rico de la población mundial.
En declaraciones realizadas poco antes del foro de Davos, Byanyima dijo que "la magnitud de la desigualdad a nivel global es impactante y, a pesar de todos los problemas que dominan la agenda internacional, debemos tener en cuenta que la brecha entre ricos y pobres se está acrecentando a gran velocidad. En los últimos doce meses hemos visto cómo líderes mundiales de la talla del presidente Obama o Christine Lagarde han hablado sobre combatir la desigualdad extrema, pero aún estamos esperando que muchos de ellos prediquen con el ejemplo. Ha llegado el momento de que nuestros líderes se enfrenten a los intereses creados que impiden lograr un mundo más justo y próspero", aseguró la líder de Oxfam. Para Byanyima “que la élite más poderosa siga actuando como hasta ahora es una opción que supone un elevado coste para el resto. Si no combatimos la desigualdad, la lucha contra la pobreza podría retroceder décadas. El aumento de la desigualdad perjudica doblemente a las personas pobres: no sólo tienen menos, sino que hay menos que repartir puesto que la desigualdad extrema frena el crecimiento mundial".
El pasado año, durante el Foro Económico Mundial, Oxfam denunció que las 85 personas más ricas del mundo poseían la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial, 3.500 millones de personas. Esta cifra se redujo ahora a 80 personas; una disminución impresionante si se tiene en cuenta que en 2010 eran 388 personas las que concentraban la misma riqueza que la mitad más pobre. En términos netos, la fortuna de las 80 personas más ricas se ha duplicado entre 2009 y 2014.
La organización internacional propone algunas prioridades para luchar contra la desigualdad: Frenar la evasión y la elusión fiscal por parte de grandes empresas y los más ricos; invertir en servicios públicos gratuitos y universales, como la educación o la sanidad; distribuir el esfuerzo fiscal de forma justa y equitativa, trasladando la carga tributaria del trabajo y el consumo al patrimonio, el capital y las rentas; fijar salarios mínimos para que todos los trabajadores alcancen un nivel de vida digno; lograr la igualdad salarial y promover políticas económicas a favor de las mujeres; garantizar sistemas de protección social adecuados para las personas más pobres incluido un sistema de garantía de ingresos mínimos, hacer de la lucha contra la desigualdad un objetivo internacional.
Además de evidenciar cómo la riqueza extrema se transmite de generación en generación, el informe señala cómo las élites dedican enormes recursos y esfuerzos para que los estándares globales se diseñen a su favor. Más de un tercio de los 1.645 milmillonarios incluidos en la lista Forbes heredaron gran parte o toda su fortuna.
El 20% de los milmillonarios tiene intereses en los sectores financiero y de seguros, y vieron cómo su riqueza (en efectivo) aumentó un 11% en los doce meses anteriores a marzo de 2014. En 2013, estos sectores de actividad emplearon 550 millones de dólares en financiar ejércitos de lobistas para influir sobre las políticas que se deciden desde Washington y Bruselas. Durante el periodo electoral de 2012 en Estados Unidos, el sector financiero realizó contribuciones por valor de 571 millones de dólares a las campañas electorales.
El valor neto de la riqueza de los milmillonarios con intereses en los sectores farmacéutico y sanitario aumentó un 47%.
Según Oxfam el poder de los grupos de presión de estos sectores puede suponer una barrera significativa para reformar el sistema fiscal internacional y garantizar que las leyes de propiedad intelectual no impidan el acceso de las personas más pobres del mundo a medicamentos vitales. Existen cada vez más evidencias, tanto del Fondo Monetario Internacional como de otros organismos, de que la desigualdad extrema no sólo perjudica a los más pobres, sino que también daña el crecimiento económico.
Fuente: Ciudad Nueva

sábado, 29 de agosto de 2015

Hacia una antropología del "nosotros"



"...la antropología trinitaria tiene como sujetos, no solamente a las personas, sino también las comunidades; el Espíritu Santo nos hace Iglesia, nos hace comunidad, de tal manera que se puede hablar de una antropología no solo del "yo", o del hombre o, como dice Lévinas, del "otro hombre" (es decir, el otro) sino del "nosotros" que es más que solo el hombre o solo de otro hombre.
 Somos creados a imagen y semejanza de un Dios trinitario. Ya aparece la cuestión cuando crea "varón y mujer". La familia, de alguna manera ──el padre, la madre, los hijos── como que son la imagen de la Trinidad. Dios es amor y por eso Dios es trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el amor del Padre y del Hijo, que el Padre le tiene al Hijo y por eso es pura entrega, pura relación. El Espíritu Santo es quien los une y los distingue. Analógicamente, para un teólogo medieval, Ricardo de San Víctor, el Espíritu Santo es el "co dilectus/co amado". En la familia no se trata de un amor egoísta varón-mujer, sino que el amor de los padres se sublima en el amor que ambos tienen al hijo. Hay un amor oblativo, una entrega de amor que se pone al servicio del hijo.

Ricardo de San Víctor dice que el amante-el amado / el Padre y el Hijo, el amor mismo que es el Espíritu Santo es co amado de ambos. Eso se da no solamente en el amor de la familia sino también en la amistad. Marion, filósofo francés, cuando habla del fenómeno erótico lo aplica al amor de Dios, al amor de amistad, y cuenta de Montaigne que tenía un amigo muy amigo y hay un tercero que dice que quiere participar de esa amistad. Es decir: el tema del tercero aparece. Y también en las relaciones de comunidad donde hay muchos terceros. En una comunidad cristiana, en una capilla, aparece esa presencia de Dios que es amor, por eso Chiara Lubich habla de "Jesús en medio". Esta presencia de Cristo hace que nos amemos los unos a los otros porque está el Espíritu Santo, somos todos hermanos en nuestro hermano mayor que es Cristo, hijo del Padre celestial. Aparece el aspecto trinitario de la comunidad cristiana y de la Iglesia en general.
El Concilio Vaticano II, en dos de sus documentos importantes ──uno, la constitución de la Iglesia (Lumen Gentium) y el otro sobre las misiones (Ad Gentes)── comienza hablando primero de la Trinidad. Para hablar de la Iglesia como comunidad y como pueblo de Dios empieza a hablar de la Trinidad. Luego, para hablar de las misiones de la Iglesia hacia afuera lo va a hacer en base a la misión que el Padre le da al Hijo, y a la que, por medio del Hijo, le da al Espíritu Santo..."



Juan Carlos Scannone
Teólogo jesuita y docente argentino del Seminario Jesuita de San Miguel en Argentina. Es uno de los principales referentes de la escuela argentina de la Teología del pueblo, rama autónoma de la Teología de la liberación.

sábado, 8 de agosto de 2015

El Papa Francisco a los educadores del Ecuador


ENCUENTRO CON EL MUNDO DE LA ENSEÑANZA
DISCURSO DEL SANTO PADRE
Pontificia Universidad Católica de Ecuador, Quito
Marte
s 7 de julio de 2015

Hermanos en el Episcopado,
Señor Rector,
Distinguidas autoridades,
Queridos profesores y alumnos,
Amigos y amigas:

Siento mucha alegría por estar esta tarde con ustedes en esta Pontificia Universidad del Ecuador, que, desde hace casi setenta años, realiza y actualiza la fructífera misión educadora de la Iglesia al servicio de los hombres y mujeres de la Nación. Agradezco las amables palabras con las que me han recibido y me han transmitido las inquietudes y las esperanzas que brotan en ustedes ante el reto personal y social, de la educación. Pero veo que hay algunos nubarrones ahí en el horizonte, espero que no venga la tormenta, no más una leve garúa.
En el Evangelio acabamos de escuchar cómo Jesús, el Maestro, enseñaba a la muchedumbre y al pequeño grupo de los discípulos, acomodándose a su capacidad de comprensión. Lo hacía con parábolas, como la del sembrador (Lc 8, 4-15). El Señor siempre fue plástico en el modo de enseñar. De una forma que todos podían entender. Jesús, no buscaba, «doctorear». Por el contrario, quiere llegar al corazón del hombre, a su inteligencia, a su vida y para que ésta dé fruto.
La parábola del sembrador, nos habla de cultivar. Nos muestra los tipos de tierra, los tipos de siembra, los tipos de fruto y la relación que entre ellos se genera. Y ya desde el Génesis, Dios le susurra al hombre esta invitación: cultivar y cuidar.
No solo le da la vida, le da la tierra, la creación. No solo le da una pareja y un sinfín de posibilidades. Le hace también una invitación, le da una misión. Lo invita a ser parte de su obra creadora y le dice: ¡cultiva! Te doy las semillas, te doy la tierra, el agua, el sol, te doy tus manos y la de tus hermanos. Ahí lo tienes, es también tuyo. Es un regalo, es un don, es una oferta. No es algo adquirido, no es algo comprado. Nos precede y nos sucederá.
Es un don dado por Dios para que con Él podamos hacerlo nuestro. Dios no quiere una creación para sí, para mirarse a sí mismo. Todo lo contrario. La creación, es un don para ser compartido. Es el espacio que Dios nos da, para construir con nosotros, para construir un nosotros. El mundo, la historia, el tiempo es el lugar donde vamos construyendo ese nosotros con Dios, el nosotros con los demás, el nosotros con la tierra. Nuestra vida, siempre esconde esa invitación, una invitación más o menos consciente, que siempre permanece.
Pero notemos una peculiaridad. En el relato del Génesis, junto a la palabra cultivar, inmediatamente dice otra: cuidar. Una se explica a partir de la otra. Una va de mano de la otra. No cultiva quien no cuida y no cuida quien no cultiva.
No sólo estamos invitados a ser parte de la obra creadora cultivándola, haciéndola crecer, desarrollándola, sino que estamos también invitados a cuidarla, protegerla, custodiarla. Hoy esta invitación se nos impone a la fuerza. Ya no como una mera recomendación, sino como una exigencia que nace por el daño que provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en la tierra. Hemos crecido pensado tan solo que debíamos “cultivar”, que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados quizás a expoliarla... por eso entre los pobres más abandonados y maltratados está nuestra oprimida y devastada tierra (Enc. Laudato si’ 2).
Existe una relación entre nuestra vida y la de nuestra madre la tierra. Entre nuestra existencia y el don que Dios nos dio. «El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podemos afrontar adecuadamente la degradación humana y social si no prestamos atención a las causas que tiene que ver con la degradación humana y social» (ibid., 48) Pero así como decimos se «degradan», de la misma manera podemos decir, «se sostienen y se pueden transfigurar». Es una relación que guarda una posibilidad, tanto de apertura, de transformación, de vida como de destrucción, de muerte.
Hay algo que es claro, no podemos seguir dándole la espalda a nuestra realidad, a nuestros hermanos, a nuestra madre la tierra. No nos es lícito ignorar lo que está sucediendo a nuestro alrededor como si determinadas situaciones no existiesen o no tuvieran nada que ver con nuestra realidad. No nos es lícito, más aún no es humano entrar en el juego de la cultura del descarte.
Una y otra vez, sigue con fuerza esa pregunta de Dios a Caín: «¿Dónde está tu hermano?». Yo me pregunto si nuestra respuesta seguirá siendo: «¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?» (Gn 4, 9).
Yo vivo en Roma, en invierno hace frío. Sucede que muy cerquita del Vaticano aparezca un anciano, a la mañana, muerto de frío. No es noticia en ninguno de los diarios, en ninguna de las crónicas. Un pobre que muere de frío y de hambre hoy no es noticia, pero si las bolsas de las principales capitales del mundo bajan dos o tres puntos se arma el gran escándalo mundial. Yo me pregunto: ¿dónde está tu hermano? Y les pido que se hagan otra vez, cada uno, esa pregunta, y la hagan a la universidad. A vos Universidad católica, ¿dónde está tu hermano?
En este contexto universitario sería bueno preguntarnos sobre nuestra educación de frente a esta tierra que clama al cielo.
Nuestros centros educativos son un semillero, una posibilidad, tierra fértil para cuidar, estimular y proteger. Tierra fértil sedienta de vida.
Me pregunto con Ustedes educadores: ¿Velan por sus alumnos, ayudándolos a desarrollar un espíritu crítico, un espíritu libre, capaz de cuidar el mundo de hoy? ¿Un espíritu que sea capaz de buscar nuevas respuestas a los múltiples desafíos que la sociedad hoy plantea a la humanidad? ¿Son capaces de estimularlos a no desentenderse de la realidad que los circunda, no desentenderse de lo que pasa alrededor? ¿Son capaces de estimularlos a eso? Para eso hay que sacarlos del aula, su mente tiene que salir del aula, su corazón tiene que salir del aula. ¿Cómo entra en la currícula universitaria o en las distintas áreas del quehacer educativo, la vida que nos rodea, con sus preguntas, sus interrogantes, sus cuestionamientos? ¿Cómo generamos y acompañamos el debate constructor, que nace del diálogo en pos de un mundo más humano? El diálogo, esa palabra puente, esa palabra que crea puentes.
Y hay una reflexión que nos involucra a todos, a las familias, a los centros educativos, a los docentes: ¿cómo ayudamos a nuestros jóvenes a no identificar un grado universitario como sinónimo de mayor status, sinónimo de mayor dinero o prestigio social? No son sinónimos. Cómo ayudamos a identificar esta preparación como signo de mayor responsabilidad frente a los problemas de hoy en día, frente al cuidado del más pobre, frente al cuidado del ambiente.
Y ustedes, queridos jóvenes que están aquí, presente y futuro de Ecuador, son los que tienen que hacer lío. Con ustedes, que son semilla de transformación de esta sociedad, quisiera preguntarme: ¿saben que este tiempo de estudio, no es sólo un derecho, sino también un privilegio que ustedes tienen? ¿Cuántos amigos, conocidos o desconocidos, quisieran tener un espacio en esta casa y por distintas circunstancias no lo han tenido? ¿En qué medida nuestro estudio, nos ayuda y nos lleva a solidarizarnos con ellos? Háganse estas preguntas queridos jóvenes.
Las comunidades educativas tienen un papel fundamental, un papel esencial en la construcción de la ciudadanía y de la cultura. Cuidado, no basta con realizar análisis, descripciones de la realidad; es necesario generar los ámbitos, espacios de verdadera búsqueda, debates que generen alternativas a las problemática existentes, sobre todo hoy. Que es necesario ir a lo concreto.
Ante la globalización del paradigma tecnocrático que tiende a creer «que todo incremento del poder constituye sin más un progreso, un aumento de seguridad, de utilidad, de bienestar, de energía vital y de plenitud de valores, como si la realidad, el bien, la verdad brotaran espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico» (Enc. Laudato si’, 105), hoy a ustedes, a mi, a todos, se nos pide que con urgencia nos animemos a pensar, a buscar, a discutir sobre nuestra situación actual. Y digo urgencia, que nos animemos a pensar sobre qué cultura, qué tipo de cultura queremos o pretendemos no solo para nosotros, sino para nuestros hijos y nuestros nietos. Esta tierra, la hemos recibido en herencia, como un don, como un regalo. Qué bien nos hará preguntarnos: ¿Cómo la queremos dejar? ¿Qué orientación, qué sentido queremos imprimirle a la existencia? ¿Para qué pasamos por este mundo? ¿para qué luchamos y trabajamos? (cf. ibid., 160), ¿para qué estudiamos?
Las iniciativas individuales siempre son buenas y fundamentales, pero se nos pide dar un paso más: animarnos a mirar la realidad orgánicamente y no fragmentariamente; a hacernos preguntas que nos incluyen a todos, ya que todo «está relacionado entre sí» (ibid., 138). No hay derecho a la exclusión.
Como Universidad, como centros educativos, como docentes y estudiantes, la vida nos desafía a responder a estas dos preguntas: ¿Para qué nos necesita esta tierra? ¿Dónde está tu hermano?
El Espíritu Santo que nos inspire y acompañe, pues Él nos ha convocado, nos ha invitado, nos ha dado la oportunidad y, a su vez, la responsabilidad de dar lo mejor de nosotros. Nos ofrece la fuerza y la luz que necesitamos. Es el mismo Espíritu, que el primer día de la creación aleteaba sobre las aguas queriendo transformar, queriendo dar vida. Es el mismo Espíritu que le dio a los discípulos la fuerza de Pentecostés. Es el mismo Espíritu que no nos abandona y se hace uno con nosotros para que encontremos caminos de vida nueva. Que sea Él nuestro compañero y nuestro maestro de camino. Muchas gracias.