Vivimos tiempos de gran
barbarie porque es extremamente escasa la solidaridad entre los humanos. 1.400
millones de personas viven con menos de un dólar al día, dos tercios de los
cuales conforman la humanidad futura: niños y jóvenes menores de 15 años,
condenados a consumir 200 veces menos energía y materias primas que sus
hermanos y hermanas norteamericanos. Pero ¿quién piensa en ellos? Los países
opulentos no tienen el mínimo sentido de solidaridad, pues destinan menos del
1% de su riqueza interna bruta a combatir este flagelo. Para enfrentarlo, más
que una revolución política se hace urgente una revolución ética, es decir,
despertar un sentimiento profundo de hermandad y de familiaridad que haga intolerable
tal deshumanización e impida a los voraces dinosaurios del consumismo continuar
con su vandalismo individualista. Necesitamos, pues, de un ethos que se
solidarice con todos estos caídos del camino.
La solidaridad está inscrita,
objetivamente, en el código de todos los seres, pues todos somos
interdependientes unos de otros. Coexistimos en el mismo cosmos y en la misma
naturaleza con un origen y un destino comunes. Cosmólogos y físicos cuánticos
nos aseguran que la ley suprema del universo es la de la solidaridad y la
cooperación de todos con todos. La misma ley de la selección natural de Darwin,
formulada a partir de los organismos vivos, debe ser pensada al interior de
esta ley mayor. Además los seres luchan no sólo para sobrevivir, sino para realizar
virtualidades presentes en su ser. A nivel humano, en vez de la selección
natural, debemos proponer el cuidado y el amor. Así todos pueden ser incluidos,
también los más débiles, y se evita que sean eliminados en nombre de los
intereses de grupos que se imponen por la fuerza o de un tipo de cultura que se
autoafirma rebajando a las demás.
La solidaridad se encuentra en la
raíz del proceso de hominización. Cuando nuestros antepasados homínidos salían
a buscar alimento, no lo consumían de manera individual, lo traían al grupo
para repartirlo solidariamente. La solidaridad permitió el salto de la
animalidad a la humanidad y la creación de la socialidad, que se expresa por el
lenguaje. Todos debemos nuestra existencia al gesto solidario de nuestras
madres que nos acogieron en la vida y en la familia.
Estos datos objetivos deben ser
asumidos subjetivamente, como proyecto de la libertad que opta por la
solidaridad como contenido de las relaciones sociales. La solidaridad política
será el eje articulador de la geosociedad mundial o no habrá futuro para nadie.
Solidaridad a ser construida a partir de abajo, de las víctimas de los procesos
sociales. El imperativo suena así: «solidarízate con todos los seres, tus
compañeros y compañeras de aventura planetaria, especialmente con los más
perjudicados, para que todos puedan ser incluidos en tu cuidado». También es
importante alimentar la solidaridad con las generaciones futuras, pues también
ellas tienen derecho a una Tierra habitable.
Nuestra misión es cuidar de los seres,
ser los guardianes del patrimonio natural y cultural común, haciendo que la
biosfera siga siendo un bien de toda vida y no sólo nuestro. Gracias al ethos
que se responsabiliza, veneramos cada ser y cada forma de vida.