Pablo Fiuza es el responsable de Proyecto Dane. Dueño de una empresa de desarrollo de software, hace cuatro años empezó a pensar cómo su metier podría ayudar a chicos con discapacidad. Todo comenzó a partir de Agustín, el hijo de un amigo que tiene autismo. “Un día vino a casa. Agustín no saluda a nadie, pero había una tablet y se fue directo ahí. Empezó a usarla y los padres estaban sorprendidos de que interactuara con un juguete. ‘Laura, tenemos que comprarle ese dispositivo’, dijo mi amigo”, recuerda hoy Pablo.
Esa situación le hizo pensar que ahí había un potencial, una oportunidad. Secretario de la Cámara del Software, llevó la inquietud a la comisión de inclusión. Y empezó a trabajar, a investigar, a aprender.
“Tuve charlas con papás de chicos con Síndrome de Down y todos me decían de la facilidad que tenían sus hijos para trabajar con los dispositivos táctiles, mientras que no se sentían atraídos por las computadoras con teclado”, cuenta. El contacto con los padres y luego con especialistas le permitió conocer algunas características particulares de los chicos con discapacidad intelectual. Y, trabajando conjuntamente con ellos y expertos en programación, el proyecto fue tomando forma: iban a desarrollar aplicaciones específicas para estos usuarios.
Hoy, ya tienen una docena de aplicaciones gratuitas. Todas están pensadas y desarrolladas específicamente para niños y jóvenes con discapacidad intelectual, con el objetivo de promover el aprendizaje de diferentes habilidades.
Algunas de ellas son un memotest con fotos de animales que tiene un mayor tiempo de espera, otra que trabaja sobre los opuestos (alto/bajo, pequeño/grande), una que enseña las consonantes y otra que trabaja sobre las emociones: un personaje está en la plaza y los chicos tienen que elegir de un menú la emoción que mejor represente el momento. También desarrollaron un “conversador”, en este caso para chicos con afasia, que es similar a las viejas pizarras magnéticas y les permite dibujar y elegir imágenes para agilizar la conversación con sus interlocutores.
Así, las letras que utilizan son las de imprenta mayúscula, que son las primeras que se aprenden. Las imágenes que se usan son fotos y no ilustraciones porque, explica Pablo, “los chicos con autismo o Síndrome de Down son muy literales y no comprenden los dobles sentidos. Por ejemplo, si una aplicación se refiere a ‘papá’, podés sacar una foto a tu papá y trabajar ese concepto”. Del mismo modo, en los juegos no se remarcan los errores, pero sí los logros.
La particularidad de Proyecto Dane es que es justamente un proyecto, un desarrollo integral. Hay algunas aplicaciones aisladas, explica Pablo, pero en cuanto al modo en que se concibió integralmente, es una experiencia pionera. Cuenta que la idea fue también apuntar a un proyecto abierto y participativo. “Nos contactamos con organizaciones de padres y también con centros de asistencia y con colegios, que incorporaron las aplicaciones en el aula. Luego empezamos a ir a las universidades de ingeniería, por ejemplo de la UTN y de la UADE, y les ofrecimos que sus alumnos desarrollaran estas aplicaciones como tesis, con una connotación social pero trabajando con lo último de la tecnología. Y les encantó”.
Las apps, que suman hasta ahora más de 50.000 descargas, pueden bajarse gratuitamente desde la tienda de Google. Por el momento, sólo una está disponible para el sistema operativo de Apple (iOS). “Nos focalizamos en Android porque en nuestro país está más difundido este sistema operativo y porque hay mas variedad de tablets que lo utilizan. Una de las ideas es poder conseguir donaciones para que se repartan más tablets en los colegios”, aclara Fiuza. Con el apoyo de la Cámara del Software y de la empresa Intel, el año pasado lograron distribuir unos 30 dispositivos. Conformarse como una fundación es el paso para lograr el crecimiento del proyecto y hacerlo sustentable. “Hablás con los docentes y te cuentan la motivación extra que brindan estos dispositivos en sus alumnos, hay que capitalizarlo”, plantea, al tiempo que cuenta un caso: “La mamá de Lucía, una nena de seis años, conoció las aplicaciones y lo comentó con su maestra, que comenzó a usarlas. Para el día de la madre, logró escribirle ‘mamá’. Ella estaba muy emocionada y lo atribuía a la app”.
La esperanza que las aplicaciones generan en los padres es una de las cosas que más estimula a los que hacen Dane. “Ven que sus hijos pueden empezar a usar la tecnología en aplicaciones pensadas para ellos, y es un halo de esperanza de lo que van a poder hacer en el día de mañana”, afirma. Y trae otro ejemplo concreto. “Cuando empezamos a hacer una de las aplicaciones, un papá me cuenta que cuando sale a cenar con sus amigos, todos le dan el celular o la tablet a sus chicos para que jueguen. Y él no podía ofrecerle nada al suyo. Esto tiene que ver con la educación, pero también con la inclusión”. En un mundo cada vez más digital, está claro, también en este aspecto es fundamental garantizar igualdad de oportunidades para todos.
Más información: www.proyectodane.org